Capítulo 267
-Presidente Castro… -la voz de Gabriel se quebró al borde del llanto-. ¿Va a regresar o no?
La competencia había alcanzado su punto medio. Romeo solo había vislumbrado a Irene en dos ocasiones: durante la reunión del día anterior y hace unos momentos, cuando ella había huido como si su vida dependiera de ello. La mandíbula se le tensó al recordarlo.
-Estaré en el hotel en media hora -respondió con voz cortante.
El sonido seco de la llamada terminada resonó en su oído. Gabriel había colgado de inmediato para ponerse en marcha.
Romeo se disponía a retirarse cuando divisó a Eduardo aproximándose con un grupo de jueces. La sonrisa servil del hombre le provocó un disgusto inmediato.
-Presidente Castro, el restaurante tiene lista la cena. ¿Nos acompaña?
-No será necesario -respondió Romeo con firmeza mientras sacaba la tarjeta de su habitación-. Asegúrense de mantener el rigor en la competencia. Si surge cualquier irregularidad… consúltenlo primero con la señora Núñez antes de tomar decisiones.
Aunque se ausentara, mantenía los hilos del control. Si Irene cometía algún error y la descubrían, el comité no actuaría sin notificárselo internamente primero. En ese momento, con una simple intervención, Irene caería en sus manos, dependiendo de él “decidir su
para
destino“.
Eduardo captó la indirecta al vuelo.
-No se preocupe, Presidente Castro. Todo marchará sin contratiempos, y si surge algo, será el primero en saberlo.
Después de que el grupo despidió a Romeo con exagerada cortesía, se dirigieron al restaurante. Cecilia observaba a Eduardo en silencio, mientras su mente calculaba posibilidades.
-Señor Reyes -intervino otro juez con curiosidad mal disimulada-. ¿Esta competencia siempre atrae tanta atención? No solo vino el presidente Aranda del Grupo Aranda, sino que el mismo presidente Castro se está hospedando aquí. Lo vi pasar horas en el pasillo. ¿Acaso Alquimia Visual no tiene pendientes más urgentes?
La mención de ambos empresarios provocó una mueca de tensión en Eduardo.
-Por supuesto que están ocupados, por eso se marchó. Quizás solo buscaba un momento de tranquilidad…
Al cerrar la puerta y escapar de aquella mirada penetrante, Irene logró sacudirse la presencia de Romeo en cuestión de minutos. Su mente regresó al único objetivo que importaba: ¡la
competencia!
Después de cenar, se zambulló de nuevo en su diseño, ajustando tonalidades y perfeccionando
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la versión final. La madrugada la encontró todavía despierta, inmersa en los detalles más minuciosos. Si lograba entregar temprano, podría abandonar el hotel antes.
Para las diez de la mañana, varios participantes ya estaban entregando sus trabajos y retirándose. Irene, tras dar los últimos toques y sentirse casi satisfecha con su diseño, percibía que algo faltaba. Ordenó el desayuno y mientras comía, su mente seguía dando vueltas al
proyecto.
A las dos de la tarde, la inspiración la golpeó como un rayo: reemplazó el amarillo cálido que ‘dominaba la composición por un verde esmeralda vibrante. Con esta última modificación, subió su diseño al sistema y solicitó autorización para retirarse.
Sin embargo, su solicitud quedó pendiente. En su lugar, recibió una llamada de recepción.
-Señorita Llorente, favor de presentarse en la habitación de la jueza Cecilia en el cuarto piso.
-Entendido -respondió Irene, recordando vívidamente la manera escrutadora en que Cecilia la
había observado días atrás.
Al llegar al cuarto piso, encontró la puerta de Cecilia entreabierta. Después de tocar suavemente, la jueza la invitó a pasar. En la pantalla de su computadora brillaba el diseño que Irene acababa de entregar.
-Irene, participante cincuenta y dos, ¿correcto?
Cecilia ajustó sus gafas negras mientras la estudiaba con intensidad.
-Así es respondió Irene, manteniendo una postura serena.
-Tengo una duda -Cecilia volvió a examinar el diseño en la pantalla-. Si es minimalista, ¿por qué elegiste una combinación de colores tan intensa?
La tendencia minimalista contemporánea solía inclinarse por tonos suaves y frescos. Irene había seguido inicialmente esa línea, pero aunque el resultado era agradable, carecía de impacto. Tras horas de reflexión, había decidido dar ese giro audaz hacia el verde esmeralda.
-Porque lo minimalista no está peleado con lo extravagante. Mientras no haya diseños complejos ni formas rebuscadas, todo puede considerarse minimalista.
Bajo el marco negro de sus anteojos, los ojos de Cecilia destellaron con admiración involuntaria, una emoción que se apresuró a ocultar al levantar la mirada.