Capítulo 264
El celular vibró casi instantáneamente con la respuesta de Natalia: -Mi hermano ya me contó. ¡Cuando salgas en tres días vamos a comer juntos!
Una sonrisa fugaz cruzó el rostro de Irene mientras tecleaba un breve “OK“. Luego, con dedos. que revelaban su preocupación, envió un mensaje al cuidador de Daniel: si algo sucedía durante su ausencia, debería contactar inmediatamente a César y Yolanda.
Justo antes de apagar el celular, un mensaje de WhatsApp iluminó la pantalla, pero la prisa por desconectar también la tablet le impidió notarlo. Con movimientos metódicos, entregó sus dispositivos electrónicos y recogió la llave de su habitación.
El hotel, completamente reservado para el evento, distribuía a los competidores entre el primer y tercer piso, mientras que jueces y patrocinadores ocupaban el cuarto. La estructura en forma de C obligaba a Irene a recorrer casi un círculo completo desde el elevador hasta su habitación en el tercer piso.
Desde el pasillo, el sonido cristalino de la fuente en el lobby se entrelazaba con notas suaves de música ambiental, creando una atmósfera de elegancia que flotaba en el aire. Al abrir la puerta de su habitación, una ventana panorámica le regaló la vista de las montañas, sus siluetas azuladas superponiéndose unas sobre otras como en una antigua pintura china.
Sin el peso del celular en su bolsillo, sin conexión con el mundo exterior, una sensación de libertad inexplicable la embargó. Era como si hubiera dejado atrás una vida y comenzado otra completamente nueva.
El timbre del teléfono de la habitación interrumpió su desempaque.
-Buenas tardes, ¿competidora número cincuenta y dos, Irene?
-Sí, soy yo -respondió, recordando el número que le habían asignado para la tercera ronda.
La recepcionista le informó sobre la reunión en el vestíbulo en una hora, donde recibirían los detalles de la competencia y el reglamento.
-Entendido.
-Ah, y hay alguien esperándola en el primer piso. Por favor, baje ahora mismo.
Sin darle tiempo a protestar, la recepcionista le dio la ubicación exacta y colgó. Irene frunció el ceño. Siendo un evento cerrado, quien la buscara debía estar relacionado con la competencia.
Su primer pensamiento fue David, pero lo descartó de inmediato. Con sus responsabilidades en el Grupo Aranda, era imposible que pudiera dedicar tres días al encierro del concurso. Intrigada y algo inquieta, tomó su llave y bajó al punto indicado: junto a una columna a la derecha de la puerta trasera. Detrás de una planta ornamental que sobrepasaba la altura de una persona, distinguió una figura en pantalones de vestir que se ocultaba con un aire sospechoso.
21.28
Capítulo 264
-Buenas tardes, ¿me buscaba? -mantuvo una distancia prudente, su voz teñida de cautela.
Una mano emergió desde detrás del follaje, haciendo señas.
-Irene, ¿verdad? Ven acá.
-¿Señor Reyes? -reconoció al coordinador principal de la competencia nacional.
-Señorita Llorente–su tono se volvió excesivamente cortés-. ¿Usted conoce al presidente Aranda, del Grupo Aranda?
El ceño de Irene se profundizó antes de asentir reluctante.
-Sí, lo conozco.
Eduardo sonrió al notar su incomodidad.
-Entonces supongo que también conoce al presidente Castro de Alquimia Visual, y a la señora
Núñez.
El silencio de Irene fue su única respuesta. No era que no quisiera hablar; simplemente las palabras se negaban a salir.
-Señor Reyes -su voz recuperó firmeza-, ¿esto tiene algo que ver con mi participación en la competencia?
Eduardo vaciló, su mirada desviándose hacia arriba ocasionalmente.
-Bueno, solo quería saber si necesitabas…
-No necesito nada -lo cortó Irene con determinación. Estoy aquí para competir según las reglas. Por favor, mantengan la imparcialidad.
Sin esperar respuesta, giró sobre sus talones y se alejó. Eduardo permaneció inmóvil, su mirada fija en una esquina del segundo piso donde Inés emergió de detrás de una pared, sosteniendo una cámara. Le hizo una señal de “OK” antes de desaparecer.
Momentos después, en el cuarto piso, Inés se encontró con Romeo saliendo de la suite presidencial.
Su mirada se clavó en la cámara.
-¿Para qué trajiste eso?
-El paisaje aquí es precioso–sonrió Inés, ocultando instintivamente la cámara tras su espalda-. Tomé algunas fotos.
Romeo arqueó una ceja.
-¿Ah, sí? Muéstrame qué fotos tomaste.