Capítulo 260
Romeo desvió la mirada, evadiendo la preocupación de su amigo.
-¿Cómo va la enfermedad de Daniel?
Esteban observó el perfil tenso de Romeo, reconociendo la táctica evasiva.
-¿Todo esto es porque la señorita Llorente está molesta contigo?
Los dedos de Romeo se tornaron blancos alrededor del vaso. El frío del cristal se colaba en sus dedos, pero parecía no notarlo, perdido en sus pensamientos.
-¿Cuándo termina el tratamiento?
El alcohol comenzaba a nublarle el juicio, alimentando un resentimiento que crecía por momentos. Pensaba en Esteban, quien al menos le generaba ganancias en el extranjero, y cómo con una simple orden lo había hecho volver al país. Le había costado millones. Y para colmo, Irene seguía desafiándolo.
Esteban arrancó un trozo de carne asada con los dientes antes de hablar.
-He tratado con la señorita Llorente varias veces. Es una mujer extraordinaria -masticó pensativamente-. Si quieres reconquistarla, vas a tener que esforzarte más. David tiene mucha más sensibilidad y tacto que tú.
Romeo frunció el ceño, permitiéndose por fin una conversación real.
-¿Qué tiene ella de especial?
-Es leal y valiente, con un espíritu inquebrantable -los ojos de Esteban brillaron con genuina admiración.
“¿Espíritu? ¿Inquebrantable?” Esas palabras encendieron la furia de Romeo. Ese espíritu indomable del que hablaba Esteban siempre había sido su mayor desafío, una constante resistencia dirigida específicamente contra él.
Esteban pareció recordar algo súbitamente.
-El otro día charlé con ella. ¿Se dedica al diseño, no? -una sonrisa astuta cruzó su rostro-. Tengo una idea para que puedan estar más cerca.
Romeo levantó la mirada, interesado a su pesar.
-Te escucho.
Esteban se inclinó hacia adelante, bajando la voz.
-Podrías pedirle específicamente que decore una casa. ¿No sería perfecta esa excusa para verla más seguido?
-…-Romeo guardó silencio. Qué idea más terrible. Las casas en Valle Dorado estaban hechas un desastre, completamente arruinadas. Era un dolor de cabeza que aún no sabía
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Capítulo 260
cómo resolver.
Esteban chocó su copa contra la de Romeo, con una sonrisa maliciosa.
-¿O qué? ¿Ya tienes todas tus propiedades decoradas? Cómprame un departamento, dile que es tuyo y pídele que lo diseñe.
El plan de Esteban era transparente como el cristal. Romeo podía prácticamente escuchar los engranajes girando en la cabeza de su amigo.
-No necesito estar cerca de ella.
-¿Tan orgulloso eres? -Esteban dio un sorbo a su bebida, haciendo una mueca de disgusto-. Sigue actuando todo arrogante, hasta que David te la quite. Ya te quiero ver llorando en
silencio.
El rostro de Romeo se ensombreció. Había querido encontrar a alguien con quien desahogarse, pero fuera de sus relaciones laborales, no tenía amigos verdaderos. Gabriel, a quien las mujeres llamaban un viejo decrépito, claramente no era confiable para asuntos del corazón. Solo le quedaba Esteban, y ahora se daba cuenta de que su lengua era demasiado afilada.
-Esteban, aprende a comportarte como una persona decente.
Esteban se limpió la comisura de los labios con una servilleta.
-¿Que no sé comportarme? ¡Solo digo la verdad!
-Podrías decirle algunas verdades a Irene–sugirió Romeo con intención.
El rostro de Esteban se endureció.
-Jamás le he mentido a Irene. ¡Le he explicado la condición de su hermano con absoluta transparencia! -la indignación brillaba en sus ojos. ¿Estás cuestionando mi ética profesional?
Romeo lo miró fijamente, apretando la mandíbula, sin encontrar las palabras adecuadas.
Después de un tenso silencio, Esteban captó el mensaje oculto.
-¿Quieres que le diga a la señorita Llorente que el tratamiento de su hermano es gracias a ti?
-No he dicho eso -Romeo apartó la mirada, vaciando su vaso de un trago. Se levantó bruscamente, pateando la silla-. Vuelve al hospital.
-Claro, ahora mismo voy al hospital a decirle a la señorita Llorente que si estoy tratando a su hermano es por hacerte un favor a ti, que me debe estar eternamente agradecida.
Aunque sus palabras sonaban razonables, Esteban levantó el dedo medio a espaldas de Romeo mientras este se alejaba. Despreciaba a la gente que decía una cosa y hacía otra. Nunca hubiera imaginado que Romeo, quien siempre proyectaba una imagen de rectitud, tuviera esa clase de doblez en su carácter.
טוט