Capítulo 247
Yolanda avanzaba por la acera con paso decidido, sosteniendo una caja de comida entre sus manos. El viento frío de mediodía agitaba su cabello mientras buscaba con la mirada a su hija. Sus nudillos se tornaron blancos al apretar la caja cuando divisó a Irene saliendo del edificio junto a David.
La sangre le hirvió al ver la familiaridad con la que conversaban. Sin pensarlo dos veces, acortó la distancia entre ellos con pasos rápidos y firmes. Sus dedos se cerraron como garras alrededor del brazo de Irene, arrastrándola hacia ella con brusquedad antes de pellizcarla con
fuerza.
Irene sintió una punzada de dolor agudo que le arrancó un grito involuntario. Su rostro se contrajo en una mueca mientras sus ojos se humedecían.
-¡Ay, mamá!
David, por instinto protector, dio un paso al frente. Sus músculos se tensaron, pero algo en su expresión cambió y retrocedió, manteniendo una distancia prudente.
Yolanda escudriñó a su hija con ojos acusadores.
-Te traje el almuerzo. Ya terminaste de trabajar, ¿no? Vamos a comer.
La tensión era palpable en el aire mientras Yolanda evaluaba la situación, adivinando las intenciones de ambos de almorzar juntos. Su determinación de impedirlo se reflejaba en cada
línea de su rostro.
Irene se frotó el brazo adolorido, las marcas rojas de los dedos de su madre comenzaban a formarse sobre su piel pálida.
-No necesito que me traigas el almuerzo, yo…
-Hace frío aquí afuera. En el tercer piso hay un comedor, podríamos subir a comer ahí -intervino David con voz conciliadora, notando que Yolanda había señalado una banca expuesta al gélido viento invernal.
Irene comprendió que sus planes con David tendrían que esperar. Sus ojos buscaron los de él, transmitiendo una disculpa silenciosa.
-David, mejor busca dónde comer. Lo del diseño lo discutimos en otro momento, yo… ¡Ay!
Un nuevo pellizco interrumpió sus palabras cuando Yolanda comenzó a arrastrarla hacia el interior de Estudio Píxel & Pulso.
-¿Qué otro momento ni qué nada? -siseó Yolanda entre dientes mientras caminaban- ¿Piensas verte con él a escondidas? ¡Tu esposo es Romeo!
Varios empleados que salían a su hora de almuerzo les dirigieron miradas curiosas. La vergüenza tiñó las mejillas de Irene.
-Baja la voz, por favor -suplicó en un susurro.
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Capítulo 247
Yolanda guardó un silencio tenso hasta que llegaron al comedor del tercer piso. Eligió una mesa apartada en un rincón, donde retomó su reprimenda con renovado vigor.
-¿Hace cuánto que no le diriges una palabra amable a Romeo? ¿Te parece correcto andar así, a plena luz del día, con otro hombre?
Irene abrió la caja de comida que su madre había traído. El aroma de un almuerzo balanceado y cuidadosamente preparado inundó sus fosas nasales, pero el nudo en su garganta le quitaba el apetito.
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-Romeo le ordenó a todas las empresas de diseño que no me contrataran. David fue el único que me tendió la mano cuando lo necesité su voz transmitía una mezcla de dolor y resentimiento-. ¿Con quién esperas que sea amable?
Se concentró en la comida, determinada a ignorar la presencia de su madre. Por un momento, ingenuamente pensó que Yolanda podría entender qué era verdaderamente importante, olvidando que su madre no juzgaba situaciones sino personas. Y en su mente, Romeo ocupaba un lugar privilegiado.
-Romeo solo quiere protegerte. Si no aprecias sus intenciones, ¿de quién es la culpa?
La comida se volvió pastosa en la boca de Irene. Cada bocado era un esfuerzo por contener las lágrimas de frustración que amenazaban con derramarse. Sus ojos se clavaron en el plato, incapaz de seguir comiendo.
-¿Te atoraste? -Yolanda abrió un yogur y se lo acercó con un gesto que pretendía ser maternal-. Ya estás grande, deberías saber distinguir lo bueno de lo malo…
-¿Ya comiste? -la interrumpió Irene, su voz apenas un murmullo.
-No, esperaba a que terminaras para ir a comer yo.
Irene empujó la caja hacia su madre, el movimiento brusco revelando su agitación interior.
-Cómelo tú. Ya me llené.
-¿No tienes hambre? -Yolanda bajó la mirada hacia el vientre de su hija con preocupación fingida. Necesitas alimentarte bien, si no, no recibirás los nutrientes necesarios.
-No quiero más -Irene se puso de pie, la silla arrastrándose con un chirrido contra el suelo. Cómelo tú y después limpia todo. Voy arriba a descansar.
La confusión se arremolinaba en su mente mientras se alejaba. No lograba descifrar las verdaderas intenciones detrás de la aparente preocupación de su madre. Ese tipo de atención sofocante solo incrementaba su ansiedad, haciéndola sospechar de alguna “conspiración” oculta.
Se marchó sin que Yolanda intentara detenerla. De vuelta en el departamento de diseño, aprovechó la quietud del receso para perfeccionar su propuesta para la semifinal. El silencio era su único aliado mientras se sumergía en el trabajo, buscando escape en las líneas y colores que fluían de sus manos.
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Capitulo 24,
La tarde apenas comenzaba cuando Lisa se acercó a su escritorio para informarle que su solicitud de transferencia había sido aprobada. Mientras guardaba sus pertenencias, la voz entristecida de Pilar rompió el silencio.
-¿Lisa te presionó para que te fueras?
-No–Irene la miró a los ojos, siendo sincera-. Pedí la transferencia por mi cuenta. Lisa es muy responsable y capaz.
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