Capítulo 245
La verdad golpea más fuerte cuando viene de quien menos la esperas.
El rostro de Romeo se endureció como granito, sus facciones contraídas en una máscara de frialdad que apenas contenía su irritación. Sus dedos tamborilearon sobre el escritorio mientras observaba a Gabriel con una mirada penetrante.
-Vaya, vaya… ¿desde cuándo te has vuelto tan experto en relaciones sentimentales? -Sus palabras goteaban sarcasmo-. Por favor, continúa. Me intriga conocer tus… teorías.
Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Gabriel. El sudor frío comenzó a perlar su frente mientras daba un paso atrás instintivamente.
-Le ruego me disculpe, presidente Castro. Me extralimité -tragó saliva con dificultad-. Me ocuparé de inmediato del itinerario para el concurso Design Space.
Gabriel dio media vuelta, sus pasos apresurados resonando en el piso de mármol. Apenas había alcanzado el marco de la puerta cuando la voz de Romeo lo detuvo en seco.
-Mi presencia en Design Space no tiene nada que ver con la señora -las palabras de Romeo cortaron el aire como navajas-. Simplemente quiero asegurarme de que no avergüence el apellido Castro.
Gabriel se quedó paralizado, su mente procesando la contradicción flagrante. ¿No había sido el mismo Romeo quien minutos antes había preguntado si acaso no podía ir simplemente a ver a su esposa? Y si le preocupaba tanto el prestigio de la familia Castro, ¿quién fuera de su círculo íntimo sabía siquiera que Irene estaba casada con él?
-Por supuesto, presidente. Cada decisión suya tiene su lógica -las palabras le supieron amargas-. Le enviaré el itinerario a su correo en cuanto esté listo.
La luz de la tarde se derramaba sobre la oficina vacía mientras Romeo permanecía inmóvil en su sillón ejecutivo. Su semblante, usualmente impasible, se había oscurecido como un cielo antes de la tormenta. Sus dedos largos y elegantes cubrieron sus labios mientras una pregunta insidiosa serpenteaba en su mente: ¿Cuál era la verdadera razón por la que quería asistir a Design Space?
“No es por Irene“, se repetía como un mantra. Pero la duda ya había echado raíces en su corazón.
La luz fluorescente de Estudio Píxel & Pulso bañaba el rostro tensó de Lisa mientras enfrentaba
a Irene. Sus ojos brillaban con irritación apenas contenida.
-¿Te crees que esto es tu casa? -espetó, su voz cargada de frustración-. Vienes cuando quieres, te vas sin avisar, y ahora apareces como si nada.
Irene mantuvo la compostura, aunque sus dedos se entrelazaron nerviosamente sobre su
regazo.
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Capítulo 245
-Me disculpo sinceramente. Mis asuntos personales interfirieron con mi desempeño y afectaron el ambiente laboral.
No era que no hubiera querido avisar. La incertidumbre de los últimos días la había paralizado, y hasta no estar físicamente en la oficina, no se atrevía a hacer promesas que no estaba segura de poder cumplir. Esa mañana había intentado contactar a Lisa, pero su mensaje quedó sin respuesta.
Lisa arrojó una carpeta sobre el escritorio. El golpe seco resonó en la oficina.
-‘Lo siento‘ son las palabras más inútiles en el mundo laboral.
Irene enderezó los hombros, su determinación brillando en sus ojos oscuros.
-Por eso mismo he tomado una decisión. Solicito mi transferencia a una de las tiendas físicas, para trabajar como diseñadora para el público general.
La sorpresa suavizó momentáneamente el rostro de Lisa.
-¿Hablas en serio? El diseño para público general puede ser un verdadero caos.
Irene extrajo un sobre de su bolso y lo colocó sobre el escritorio con movimientos deliberados.
-Completamente en serio. Ya firmé la solicitud. En cuanto sea aprobada, me trasladaré de inmediato -sus ojos encontraron los de Lisa-. Mientras tanto, estoy a disposición para cualquier tarea pendiente.
La determinación en su voz hizo que Lisa se removiera incómoda en su asiento.
-¿Es por el proyecto de la señorita Núñez?
Una sonrisa suave curvó los labios de Irene mientras negaba con la cabeza.
-No, son motivos personales.
Lisa tomó la solicitud, estudiándola brevemente antes de asentir.
-Te avisaré cuando tenga una respuesta. Por ahora, encuentra algo en qué ocuparte.
Irene regresó a su escritorio y se sumergió en ayudar a Pilar con trabajo atrasado. No había transcurrido mucho tiempo cuando su teléfono vibró con un mensaje de Lisa: el presidente Aranda solicitaba su presencia.
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