Capítulo 244
La luz del amanecer se filtraba por las ventanas cuando Irene se preparaba para ir a trabajar. Sus movimientos eran deliberados y precisos mientras se ajustaba el saco gris perla, su armadura profesional. El espejo le devolvía la imagen de una mujer diferente a la que había sido meses atrás – más erguida, más decidida, con una chispa de determinación en sus ojos
oscuros.
Los cambios en el comportamiento de Yolanda la desconcertaban. Su repentina amabilidad le recordaba a aquellas ocasiones en que su madre intentaba manipularla con dulzura antes de pedirle algo. Una sonrisa amarga se dibujó en sus labios mientras pensaba: “Como si no conociera ya estos juegos“.
La mañana siguiente trajo consigo más sorpresas. El aroma del café recién hecho y el pan tostado inundaba la cocina – Yolanda se había levantado temprano para preparar el desayuno. No solo eso, sino que durante todo el día anterior se había dedicado a mantener la casa impecable, cocinando cada comida con un esmero inusual.
Irene observó el reloj y contuvo un suspiro de frustración. Se le había hecho tarde y apenas tendría tiempo de llegar a la oficina. Tomó rápidamente el lunch que Yolanda le había preparado, más por prisa que por confianza.
Mientras conducía hacia Estudio Píxel & Pulso, sus dedos tamborilearon sobre el volante antes de tomar su celular. Mordió suavemente su labio inferior mientras redactaba un mensaje para David. La gratitud y la inquietud se mezclaban en su interior – ahora que sabía que él había intercedido para conseguirle el trabajo, no podía simplemente fingir que no existía.
Sus ojos oscuros se posaron sobre la pantalla cuando llegó la respuesta casi inmediata de David.
-¿Pasa algo?
El corazón le dio un vuelco. Respiró profundo antes de teclear una respuesta que esperaba sonara profesional.
-Ya tengo el borrador preliminar para el concurso. Me gustaría que lo revisáramos juntos.
David, sentado en la sala de conferencias de Grupo Castro, sintió la vibración del mensaje. Una leve sonrisa se dibujó en sus labios mientras respondía:
-Nos vemos al mediodía.
Guardó el celular y volvió su atención a la reunión repleta de ejecutivos que lo rodeaban.
-Continúen.
En su oficina, Romeo tamborileaba los dedos sobre su escritorio de caoba mientras procesaba la información que Gabriel le había traído. La confirmación de que David ya era accionista de Estudio Píxel & Pulso antes de su viaje al extranjero aliviaba parte de su inquietud. Sus
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músculos tensos se relajaron ligeramente – quizás el apoyo a Irene había sido simplemente un favor a Natalia.
Sin embargo, la idea de que su esposa estuviera en deuda con otro hombre le provocaba una sensación ácida en el estómago. Sus dedos se crisparon mientras presionaba el
intercomunicador.
-Gabriel, ven inmediatamente.
El asistente apareció en cuestión de segundos, su expresión profesional ocultando la ansiedad que siempre le provocaban estos llamados repentinos.
-¿Me necesitaba, Presidente Castro?
Romeo mantuvo su mirada fija en los documentos sobre su escritorio mientras hablaba, su voz controlada y fría.
-El Grupo Aranda quiere expandirse al sector inmobiliario. Cédeles el terreno de la subasta municipal.
Gabriel parpadeó varias veces, procesando la magnitud de lo que acababa de escuchar.
-¿Disculpe? ¿Está seguro de querer ceder ese terreno a la familia Aranda?
La mirada que Romeo le dirigió fue glacial.
-¿Te parezco alguien que bromea con estos asuntos? -Sus dedos tamborilearon una vez sobre el escritorio-. Asegúrate de transmitirles el mensaje: agradezco que cuiden de mi esposa en Estudio Píxel & Pulso.
El mensaje implícito era claro como el cristal: mantente alejado de lo que es mío.
Gabriel tragó saliva, su mente trabajando a toda velocidad. “¿El presidente está provocando situaciones para que otros ayuden a su esposa solo para después pagar esos favores él mismo?“, pensó, desconcertado.
-Como ordene -respondió, girándose para salir. Sin embargo, se detuvo en el umbral-. La señora Núñez me proporcionó el calendario del concurso Design Space. ¿Desea que lo incluya en su agenda?
Un silencio pesado se instaló en la oficina antes de que Romeo asintiera.
-Organízalo.
Gabriel contuvo un suspiro de frustración. Las preliminares tomarían medio día, eso era manejable, pero la competencia principal era un evento cerrado que requeriría la presencia completa del presidente.
-¿No sería suficiente recibir los reportes de la señora Núñez sobre el progreso del concurso?
-No.
La respuesta cortante de Romeo hizo que Gabriel perdiera momentáneamente la compostura.
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-¿Es por la señora Irene? -sus palabras brotaron sin filtro-. ¿Quiere apoyarla o verla fracasar? ¡Una palabra suya bastaría, no necesita estar presente!
La mirada que Romeo le lanzó podría haber congelado el infierno.
-¿Acaso necesito justificar por qué quiero ver a mi esposa?
Gabriel, ya metido en terreno peligroso, no pudo contenerse.
-En dos años de matrimonio, nunca mostró tanto interés. ¿Por qué ahora, cuando están por divorciarse?
El silencio que siguió fue ensordecedor. Gabriel sintió que había firmado su sentencia de muerte laboral, pero la verdad de sus palabras pesaba en el aire como plomo.