Capítulo 235
-¿Cuándo te he mentido?
Con movimientos mecánicos y la mirada perdida, Irene se dirigió hacia la cocina. El vaso de tequila temblaba ligeramente en sus manos mientras caminaba, dejando tras de sí el eco de sus pasos en el silencio de la noche.
Los tacones de Yolanda resonaban contra el piso, siguiéndola como una sombra acusadora. Su presencia se sentía como un peso sobre los hombros de Irene.
-¿Y eso de diseño de modas que estudiaste? ¿En qué empresa trabajas? -La voz de Yolanda destilaba un deje de sarcasmo apenas contenido.
Irene contuvo un suspiro mientras enjuagaba el vaso. Sus dedos se tensaron alrededor de la cristalería.
-Estudié diseño de interiores -respondió con voz controlada, aunque sus nudillos blancos delataban su irritación-. Trabajo como asistente de diseño en Estudio Pixel & Pulso.
La explicación, repetida tantas veces que las palabras ya sabían amargas en su boca, cayó en oídos sordos. Yolanda agitó la mano en un gesto despectivo.
-¿Qué me importa? Solo dime, tu trabajo no tiene nada que ver con David, ¿verdad?
El silencio de Irene pesó en el aire mientras colocaba el vaso limpio en el escurridor. Sus dedos se demoraron un segundo más de lo necesario, buscando las palabras correctas. Pero antes de que pudiera responder, Yolanda explotó.
-¿Tiene que ver? -Sus ojos se abrieron con indignación teatral—. ¿Él te consiguió el trabajo? Irene, ¿no tienes vergüenza? Si querías trabajo, solo tenías que decírselo a Romeo, ¿no?
“En su mundo, una mujer siempre debe vivir bajo la sombra de un hombre“, pensó Irene con amargura. Las prohibiciones masculinas eran mandamientos sagrados, y buscar ayuda en otro hombre era un pecado imperdonable. La mirada de Yolanda la taladraba como si hubiera cometido el peor de los crímenes, aunque curiosamente nunca mencionaba la infidelidad de Romeo.
Un temblor apenas perceptible se coló en la voz de Irene mientras luchaba por mantener la
compostura.
-¿Todavía quieres vivir aquí? Si te quedas, cierra la boca y no te metas en mis asuntos.
Se giró sobre sus talones, dejando a Yolanda con la palabra en la boca.
-Yo…
-Si no te vas a quedar, tampoco te metas en mis asuntos -La interrumpió Irene, deteniéndose en seco. Cada palabra salió de sus labios como un cristal afilado-. Desde hoy, Irene, sin importar a dónde vaya, si vivo o muero, si estoy bien o mal, no tiene nada que ver con ustedes.
-¿Estás tratando de cortar lazos con nosotros? Después de haberte criado…
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Capítulo 235
Irene no esperó a escuchar el resto. Entró a su habitación y cerró la puerta, silenciando la voz de Yolanda. El eco de sus pasos se fue apagando hasta que solo quedó el silencio.
La calefacción zumbaba suavemente en el fondo, combatiendo el frío invernal que se colaba por las ventanas. Irene, envuelta en su pijama de algodón, se dejó caer sobre la alfombra junto a su cama. Entre sus dedos giraba distraídamente un anillo.
Desde su regreso de Valle Aureo, donde le habían tomado medidas, no se lo había vuelto a poner. Aunque Romeo lo había comprado, ella nunca se lo devolvió. El anillo, al igual que el lugar de Romeo en su corazón, permanecía en un limbo. Ponérselo significaría admitir que no podía superar ese obstáculo. Deshacerse de él… el pensamiento solo le provocaba un nudo en la garganta.
El tequila había dejado un agradable calor en su cuerpo, despertando recuerdos que creía enterrados. Los primeros días de su matrimonio, las mariposas en el estómago cada vez que Romeo entraba en la habitación, la esperanza de un futuro juntos… todo volvía con la claridad
del cristal.
El aroma dulzón del licor de durazno flotaba en el aire mientras contemplaba el cielo estrellado a través de la ventana. De pronto, una chispa de inspiración la sacudió. Se incorporó y encendió su computadora, dejando que sus dedos volaran sobre el teclado. Las emociones y la creatividad siempre habían sido inseparables para ella.
La noche avanzó en silencio, roto solo por el suave tecleo y su respiración acompasada. Cuando los primeros rayos del sol se colaron por la ventana, Irene yacía dormida en el suelo, la laptop aún encendida a su lado.
El frío la despertó, a pesar de la calefacción. Se había quedado dormida sin cobija, directamente sobre la alfombra. Con un gemido, se frotó los músculos entumecidos mientras recordaba que no había hablado con David sobre ir a trabajar. Cada vez que intentaba mencionarlo, algo los interrumpía. Después de tantos intentos fallidos, la vergüenza le impedía insistir. Como si la empresa fuera suya.
Por fortuna, era sábado. Se levantó con dificultad, masajeando su cuerpo adolorido. Tomó su celular y se dirigió al baño. Mientras se aseaba, escuchó el mensaje de voz de Natalia.
-Mi hermano dice que estás totalmente enfocada en la competencia, que no te moleste estos
días.
Una sonrisa amarga se dibujó en sus labios mientras murmuraba para sí:
-Pobre de mí, sin tener novio, pero sufriendo como si estuviera enamorada.
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