Al Mal esposo 230

Al Mal esposo 230

Capítulo 230 

Los fragmentos de porcelana se esparcieron por el suelo como estrellas rotas. Irene sintió un leve pinchazo en el tobillo, pero la preocupación por su madre eclipsó el dolor

Sus ojos se clavaron en la figura de Yolanda, vulnerable y pequeña entre el desastre de esquirlas brillantes

-No se mueva, mamá. Voy por una escoba… 

-Yo me encargo la voz firme de David la interrumpió-. también quédate quieta, Irene

Con movimientos ágiles, David recuperó la escoba y comenzó a barrer metódicamente alrededor de los pies de Irene, creando un camino seguro antes de dirigirse hacia donde Yolanda permanecía inmóvil

La mirada calculadora de Yolanda siguió cada uno de sus movimientos

-Vaya, David, qué bien te mueves en casa de mi hija su voz destilaba una dulzura artificial—. Yo llevo días aquí y ni siquiera sabía dónde estaba la escoba

Los movimientos de David se detuvieron por una fracción de segundo

-Vine una vez con Nati -respondió con voz serena-. Tengo buena memoria

-Ah, la memoria de los jóvenes -Yolanda forzó una sonrisa cortés

Cuando David terminó de limpiar, Yolanda se giró hacia su hija

– 

-Mejor te dejo hacer el resto a ti, mi amor y sin más, se retiró a su habitación como una sombra escurridiza

Desde el sofá, Natalia observó la retirada de Yolanda con los labios fruncidos en una mueca de disgusto

-Yo pensé que venía a cuidarte, pero más bien parece que vino a que la atiendan como reina

Los pensamientos de Natalia bullían con indignación. En su casa, ella siempre ayudaba a servir la sopa, a mantener el orden. Sabía que técnicamente esto era asunto de Irene, pero no podía permanecer callada ante la injusticia. ¿Acaso no veían lo mucho que Irene se esforzaba? ¿No debería una madre sentir remordimiento al ver a su hija cargando todo el peso, ofrecerse a cocinar algo, a limpiar

-Nati -la voz de David cortó sus pensamientos como un látigo-. Es una persona mayor, hay que mostrar respeto

Natalia se contuvo, pero no pudo evitar rodar los ojos en señal de protesta

İrene permaneció en silencio mientras lavaba la olla y la colocaba sobre la mesa. Sus movimientos eran mecánicos mientras organizaba las verduras que David había traído

-Espera, Irene -la voz de David sonaba preocupada mientras observaba su tobillo

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Un hilillo de sangre se deslizaba desde un pequeño corte, apenas perceptible pero presente

-¿Tienes botiquín? -la guio hacia el sofá con gentileza

Irene se inclinó para sacar yodo y algodón de un cajón cercano

-No te preocupes, puedo hacerlo yo. Por suerte tenía esto preparado

David tomó el algodón de sus manos con firmeza

-Déjame revisarlo, necesito asegurarme de que no haya quedado ningún fragmento

Mientras preparaba el yodo, se dirigió a su hermana

-Nati, ocupate de las verduras

-OhNatalia, que estaba a punto de acercarse para mostrar su preocupación, obedeció de inmediato y se dirigió a la cocina

-No creo que haya quedado nada -murmuró Irene. La idea de que hubiera fragmentos en su piel le parecía excesiva

Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando sintió el contacto de David, que había colocado su pie sobre su rodilla

Instintivamente, intentó retraerse

-Perdón por las manos frías -David volvió a colocar su pie con delicadeza-. No te muevas

La seriedad con la que trataba la pequeña herida hizo que Irene se sintiera tonta por su incomodidad inicial

Desde la rendija de la puerta del dormitorio, Yolanda observaba la escena con ojos fríos. Su respiración se aceleró mientras daba vueltas frenéticas en el reducido espacio. De pronto, una idea iluminó su rostro. Con dedos temblorosos, sacó su celular y capturó varias fotos a escondidas

Sus pensamientos corrían desbocados. La familia Aranda, aunque no tan prominente como los Castro, superaba por mucho a los Llorente. ¿Y si hablaba con César? Quizás podrían arreglar que Irene se divorciara de Romeo y se casara con David… 

Con el corazón martilleando en su pecho, Yolanda envió las fotos sin detenerse a pensar, sin saber si su esposo aprobaría su plan

Ding dong-‘El sonido del mensaje enviado resonó como una sentencia

Al ver el nombre del destinatario, el color abandonó su rostro

Las fotos no habían llegado a César

Las había enviado a Romeo

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Al Mal Esposo

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