Capítulo 224
La luz del atardecer se filtraba por la ventana del restaurante, dibujando la silueta de Romeo contra el resplandor dorado. Frente a él estaba la mujer que había sido su compañera durante dos años, aquella que, a pesar de todo, seguía ejerciendo un poder inexplicable sobre él.
El tiempo separados había tensado cada encuentro, cargándolo de una intensidad que amenazaba con destruir su autocontrol. La mirada de Romeo se oscureció mientras contemplaba a Irene, quien intentaba mantener la distancia, sus manos presionando contra el pecho de él en un gesto defensivo.
Romeo la sujetó con más firmeza. -¿Por qué huyes? -Su voz emergió como un susurro peligroso mientras la contraluz ocultaba parcialmente su expresión. ¿De verdad crees que
esto es un encierro?
En su mente, Irene estaba jugando con él, manipulando la situación con la destreza de un estratega. No pensaba permitir que se escapara tan fácilmente. Yolanda tenía razón en algo: Irene debía aprovechar esta oportunidad de reconciliación que él, magnánimamente, le estaba
ofreciendo.
-Si no es un encierro, ¿entonces qué es? -La voz de Irene tembló ligeramente mientras una alarma se encendía en su interior. Algo en la situación se sentía fundamentalmente incorrecto. -Esto es… un acuerdo mutuo. -Romeo arqueó una ceja, su expresión tornándose depredadora. Con un movimiento fluido, se incorporó llevándola consigo. Irene, por instinto de supervivencia,
se aferró a él mientras subían las escaleras.
-¡Romeo, parece que olvidaste que estamos en proceso de divorcio! -La voz de Irene se quebró mientras intentaba hacerlo entrar en razón.
Los labios de Irene siempre le habían parecido tentadores, pero ahora entendía lo que Yolanda había querido decir: su boca podía ser tan firme como el acero cuando se negaba a algo. ¿No le estaba dando una oportunidad? ¿No era eso lo que ella quería?
Abrió la puerta de una patada. Irene intentó resistirse, pero él la inmovilizó con facilidad.
-No puedo mantener la calma -murmuró él, sus dedos trazando el contorno de su mejilla antes de enredarse en su cabello negro como algas marinas. Un mechón mal cortado por él sobresalía, recordatorio de su marca en ella.
-¡Esto es ilegal, incluso dentro del matrimonio, y más estando en proceso de divorcio! -protestó Irene.
-No lo es. -La contradijo Romeo.
-¡Pero yo no quiero! -La voz de Irene se elevó con determinación.
Romeo la sujetó por la mandíbula, forzándola a mirarlo. -Déjate de actuaciones. No te creo.
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Capítulo 224
Vamos a comprobarlo.
La temperatura en la habitación marcaba veinticinco grados. La calefacción excesiva había convertido el ambiente en un invernadero. El sudor empapaba la camisa blanca de Romeo, adhiriéndola a su torso. Irene también estaba completamente empapada, como si acabara de salir de una piscina.
Después de un momento de intenso forcejeo, Irene se quedó quieta, estudiando el rostro contraído de Romeo. Su voz emergió ronca pero firme: -Romeo, ¿vale la pena? Si después tengo que tomar pastillas de emergencia, no son cien por ciento seguras. ¿Y si quedo embarazada? ¿Cómo se lo explicarías a Inés?
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