Al Mal esposo 212

Al Mal esposo 212

Capítulo 212 

Los botones de la camisa de Romeo se habían desprendido en el forcejeo, dejando expuesto su pecho bronceado. La piel de Irene ardía donde hacía contacto con la de él. El aroma familiar de su colonia la golpeó como una avalancha de recuerdos que prefería mantener enterrados

Romeo contuvo el aliento al sentirla presionarse contra él. Su rostro, fresco y delicado, contrastaba con el calor que emanaba de su propio pecho. La observó con intensidad la punta de su nariz enrojecida por el frío, sus ojos brillantes por las lágrimas contenidas. Algo dentro de él se retorció dolorosamente

Un pequeño gemido escapó de los labios de Irene, su voz alterada por el resfriado sonabal vulnerable en la quietud de la noche. El sonido despertó sensaciones que Romeo creía haber sepultado

Las manos de Romeo se cerraron en puños. El frío se colaba entre ellos, pero un fuego abrasador lo consumía por dentro

-¡No te muevas! -su voz salió ronca, casi gutural

Con movimientos bruscos, rodeó el cuello de Irene con un brazo, presionando su cabeza contra su pecho mientras con la otra mano luchaba por desabrocharse los botones restantes de la 

camisa

Irene se tensó bajo su agarre. El contacto físico con él la hacía sentir débil, vulnerable. No otra vez, pensó. No puedo dejar que me afecte así

-Mejor córtalo -murmuró, rebuscando en su bolso hasta encontrar las pequeñas tijeras que usaba para recortar las puntas de su cabello

Las tijeras brillaron bajo la luz de la farola cuando se las extendió. Romeo las tomó sin dudar, sujetando un mechón del sedoso cabello negro entre sus dedos

El pánico atravesó a Irene al ver la determinación en su rostro

-¡Espérate! -sus dedos se crisparon-. Nomás corta un pedacito

Pero Romeo ya había comenzado a cortar, con la misma frialdad calculada con la que tomaba todas sus decisiones. El mechón de cabello negro cayó sobre su camisa como una sentencia definitiva, dejando tras de sí una sección irregular y descuidada en la antes perfecta melena de Irene

Ella lo miró fijamente, sus ojos transmitiendo una mezcla de dolor y rabia. Sin mediar palabra, le arrebató las tijeras y se dio media vuelta, alejándose con pasos firmes aunque su corazón 

latía desbocado

No fue hasta llegar a la esquina que se permitió detenerse para solicitar un taxi. Al otro lado de la calle, Romeo regresó a su Maybach

-Vámonos -le ordenó secamente a Gabriel

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La separación dejó un sabor amargo en el aire. Entre las sombras, una figura emergió revisando las fotografías que acababa de capturar mientras marcaba un número en su celular

-Señorita Núñez, tengo unas fotos de Irene abrazada con un hombre. Se las mando ahorita 

mismo a su correo… 

La voz de Inés vibró con malicia al otro lado de la línea

-Ni te molestes en mandármelas. ¡Mándalas directo al periódico

Estaba convencida de que había capturado a David e Irene juntos. Si la prensa lo publicaba, la familia Aranda tendría que intervenir para mantener alejado a David. Jamás se le ocurrió que, en plena madrugada, el hombre entrelazado con Irene en medio de la calle sería el propio Romeo

-¡Como usted diga! -el fotógrafo cortó la llamada y se apresuró hacia la redacción del periódico

Irene apenas había logrado estabilizarse en la acera cuando un SUV negro se detuvo frente a ella. La ventanilla descendió suavemente, revelando el rostro preocupado de David

-Te llevo a tu casa -su voz cálida contrastaba con el frío de la noche

-¿David? -Irene parpadeó sorprendida-. ¿Qué andas haciendo por acá a estas horas

Sus palabras sonaban congestionadas por el resfriado. David estiró el brazo para abrir la puerta del copiloto

–Mi mamá no ha podido dormir bien últimamente. Vine a comprarle unas pastillas para dormir y pasé por aquí

Irene no se hizo del rogar. El interior del auto la recibió con una calidez reconfortante. David notó de inmediato el corte irregular en su cabello, pero tuvo el tacto de no mencionarlo

La luz tenue del tablero proyectaba sombras suaves bajo los ojos cansados de Irene. David ajustó la calefacción mientras se incorporaban al tráfico nocturno

-¿Todavía andas malita del resfriado

El aire tibio comenzó a circular, aliviando un poco la congestión nasal de Irene

-Ya estoy mejor. De hecho -hizo una pausa para buscar algo en su celular-, planeo regresar 

mañana a la oficina

David frunció el ceño con preocupación

-No hay prisa. Regresa cuando estés bien recuperada. Aprovecha estos días para terminar el diseño del concurso

-Ya lo terminé -Irene navegaba por la galería de su teléfono. Ahorita te lo mando. Cuando tengas chance, ¿podrías revisarlo? Por si necesita algún ajuste

-Claro que sí

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16:33

David continuó conduciendo mientras discutían detalles del trabajo. Al llegar frente al edificio de Irene, finalmente pudo revisar el diseño en su celular

Irene permaneció en el auto, pensando que sería más productivo discutir los detalles ent 

persona. Sin embargo, no notó a Yolanda saliendo del edificio, quien al verlos juntos en el auto, transformó su expresión en una mueca de disgusto

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