Capítulo 207
Irene entornó los ojos, la comprensión golpeándola como una ola.
-¿Fuiste tú quien lo llamó? -su voz temblaba ligeramente-. ¿Qué le dijiste exactamente?
Yolanda se movió incómoda en su asiento, las palabras tropezando unas con otras en su prisal por salir.
-Me lo encontré por casualidad cuando fui por el desayuno. Le comenté que estabas enferma y… pues se preocupó tanto que vino a verte.
“¿Romeo preocupado?” La amargura del pensamiento le dejó un sabor metálico en la boca. Ni una sola palabra de eso sonaba remotamente creíble.
Su rostro se endureció, la máscara de fragilidad cayendo para revelar el acero debajo.
-Mamá, si no quieres que las cosas entre Romeo y yo se pongan peor de lo que ya están, mejor no te metas en nuestros asuntos.
-Yo… -Yolanda se encogió en su asiento, incapaz de confesar cómo había manipulado la
situación para atraer a Romeo.
Se acercó más a la cama, intentando cambiar de tema.
-Ya entendí, no volveré a mencionar nada de eso. Pero dime, aparte de la fiebre y el resfriado, ¿te duele algo más? ¿Tienes náuseas o molestias en el estómago?
Irene se acurrucó más profundamente en su abrigo, sus párpados pesados cayendo sobre ojos
cansados.
-No.
El silencio de Yolanda ante su respuesta cortante fue más elocuente que cualquier palabra.
…
El reloj marcaba las diez de la mañana cuando terminaron de administrarle el suero. Irene estaba por abandonar el hospital cuando un recuerdo la golpeó con la fuerza de un puñetazo: había prometido ayudar a Esteban Morales con el tratamiento de Daniel. La situación con Yolanda había borrado completamente ese compromiso de su mente.
Sus pasos resonaron por la escalera mientras subía apresuradamente hacia la oficina de Esteban. Al llegar, el aire le faltaba y el corazón le latía desbocado en el pecho.
Esteban sostenía una taza de café frío entre sus manos, su mirada perdida en algún punto
indefinido.
-Ire… señorita Llorente, anoche yo…
-¡Lo siento tanto! -Irene se inclinó levemente, las palabras brotando atropelladamente-. Tuve un imprevisto anoche y olvidé venir. No fue mi intención, jespero que puedas disculparme!
Capítulo 207
El silencio se extendió por unos segundos antes de que la culpa se desvaneciera del rostro de Esteban. La tarde anterior, había estado inmerso en un experimento que se complicó después de la cena. Se había sumergido en resolver el problema hasta altas horas de la noche. De hecho, había estado preocupado por cómo explicarle a Irene su propia ausencia.
-No te preocupes. Ayer solo estuve organizando el plan de tratamiento -le extendió un documento-. Échale un vistazo y si estás de acuerdo, podemos comenzar esta noche.
Irene tomó los papeles, pasando las páginas rápidamente antes de cerrarlos. La terminología médica era completamente ajena a su comprensión; mejor no complicarse intentando entenderla.
-Estaré aquí a las ocho sin falta.
-Por si acaso, pon una alarma -Esteban ya había programado la suya.
Irene sacó su teléfono y configuró el recordatorio antes de despedirse.
Yolanda, que había permanecido callada todo ese tiempo, temerosa de tocar cualquier tema relacionado con dinero, finalmente se animó a preguntar cuando salieron de la oficina:
-¿Cómo van a tratar a Dani?
-El doctor Morales tiene su método específico–respondió Irene, su voz nasal por la congestión. Presionó el botón del ascensor y miró a su madre-. ¿Ya vendieron la casa?
Yolanda desvió la mirada, negando con un movimiento casi imperceptible.
-Tu padre me echó. ¿Cómo voy a saber si la vendió o no?
El silencio de Irene fue pesado, pero Yolanda lo rompió con voz temblorosa.
-Tu padre es tan necio… Deberías reconsiderar lo del divorcio con Romeo. Mira que vino a verte estando enferma, eso significa que le importas. Es mejor que te disculpes. Si tu padre no vende la casa y tú te divorcias, ¿qué vamos a hacer con Dani?
Los ojos de Yolanda brillaban con lágrimas contenidas que amenazaban con desbordarse.
-En lugar de darme consejos, mejor ve tú misma y pon la casa en venta.
En el fondo, Irene no estaba realmente preocupada. ¿Qué pasaría si César decidía no vender? La propiedad tenía una excelente ubicación; se vendería rápido y a buen precio, más que suficiente para cubrir el tratamiento de Daniel. César podría resistirse ahora, pero una vez que el divorcio con Romeo fuera definitivo, todavía estarían a tiempo de vender.
Claro, una venta apresurada significaría un precio menor. Pero esa diferencia no afectaría su bolsillo, así que le tenía sin cuidado.
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