Al Mal esposo 206

Al Mal esposo 206

Capítulo 206 

El rubor en sus mejillas resaltaba más intenso que nunca, casi febril bajo la luz fluorescente del hospital. Sus lágrimas dejaban rastros brillantes sobre su piel enrojecida

Romeo tensó la mandíbula, irritado ante la vista de su vulnerabilidad

-Ya jugaste demasiado. ¿De qué sirve llorar ahora? ¿Hasta ahorita te arrepientes

Irene parpadeo varias veces, atónita ante su presencia. Con manos temblorosas, secó las lágrimas que nublaban su visión

-¿Qué haces aquí

Romeo arqueó una ceja, su mirada penetrante clavándose en ella como una daga

-¿No sabes qué día es hoy

El reconocimiento golpeó a Irene como una ola. Por supuesto: la revisión médica anual de la familia Castro. Bastó una rápida mirada a su celular para confirmar la fecha que había olvidado por completo

Romeo dio un paso hacia ella, su imponente figura proyectando una sombra sobre la cama 

hospitalaria

-Irene, en vez de estar aquí partiéndote la cabeza para forzar encuentros y jugando estos truquitos, mejor disculpate sinceramente y corrige tus errores con acciones. ¿Te queda claro

Sus ojos alargados se desviaron hacia el suero casi vacío que goteaba junto a la cama. Sin decir palabra, estiró el brazo y presionó el botón de llamada en la cabecera. Luego se recargo contra la pared, aguardando a la enfermera

La mente de Irene daba vueltas, más confusa con cada segundo que pasaba. ¿De verdad cree que me enfermé a propósito para encontrármelo aquí? ¡Eso sería estar verdaderamente loca!” 

Un escalofrío le recorrió la espalda. Si había algo que la aterraba era enfermarse. Los recuerdos de su infancia, de largas noches de fiebre sin nadie que la cuidara, aún la perseguían

La puerta se abrió y entró una enfermera. Sus ojos se iluminaron al instante al ver a Romeo, quien seguía recargado contra la pared con ese aire de indiferencia que lo caracterizaba

Mientras cambiaba el suero vacío por uno nuevo, la enfermera sonrió con complicidad

-¿Es tu esposo? Hacen una pareja preciosa

No era de extrañar su reacción. Incluso sin conocer su fortuna o poder, Romeo era el tipo de hombre que robaba miradas. Con su metro noventa de estatura, facciones masculinas perfectamente cinceladas y un físico atlético, era prácticamente una personificación de la virilidad. Su sola presencia alteraba los pulsos femeninos a su alrededor

Romeo lanzó una mirada de soslayo a Irene. Seguramente esto es lo que quería, ¿no? Aprovechar cualquier oportunidad para recordarle al mundo que somos esposos.” 

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Capítulo 206 

-No, solo somos amigos -se apresuró a aclarar Irene

-¿Un simple amigo viene a acompañarte mientras te ponen suero? -La enfermera le guiñó un ojo, interpretando su negativa como timidez..Aunque no sea tu novio, debe estar cortejándote. ¿Cómo podrías rechazar a alguien tan guapo

-No es nada de eso -insistió Irene con urgencia

Este era el hospital más prestigioso de Puerto del Oeste, frecuentado por la élite de la ciudad. Si alguien conocido los veía y el rumor de su divorcio se esparcía, las consecuencias serían desastrosas. Lo hacía pensando en él, en proteger la reputación de Alquimia Visual

La enfermera, notando su incomodidad, decidió no insistir

-Listo. Cuando se termine este, me llamas

-Graciasrespondió Irene, siguiéndola con la mirada mientras se alejaba

De pronto, sintió unos dedos fuertes aprisionando su mandíbula. Romeo la forzó a levantar el rostro, sus ojos convertidos en dos pozos oscuros de furia contenida

-¿No entendiste cuando te dije que ya habías jugado demasiado

La presión en su mandíbula le provocaba punzadas de dolor. El ángulo forzado de su cuello apenas le permitía respirar. Sus ojos claros reflejaban el rostro tenso de Romeo, sus mejillas afiladas por la ira

Con la misma brusquedad con que la había sujetado, Romeo la soltó. Su gabardina ondeó mientras se alejaba a grandes zancadas. “¡Si ella no puede compadecerse de misma, él tampoco lo hará!” 

Irene inhaló profundamente, tratando de calmar los latidos desbocados de su corazón. Su mano se deslizó bajo la manga de la bata hospitalaria, frotando su pecho en un intento de aliviar la opresión que sentía. Sus ojos seguían fijos en la puerta por donde había desaparecido Romeo, su mente un torbellino de confusión. ¿Qué había pasado exactamente

-¿Por qué se fue Romeo? -Yolanda, quien había estado observando desde lejos, se acercó corriendo a su cama-. Irene, ¿qué le dijiste para hacerlo enojar otra vez

Al Mal Esposo

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