Capítulo 204
Irene mantuvo la mirada fija en el vapor que se elevaba de su taza.
-Fui yo quien pidió el divorcio. Romeo me engañaba.
Yolanda se levantó de golpe, la silla arrastrándose con un chirrido contra el piso. Sus ojos. brillaban con una mezcla de incredulidad y furia.
-¡Por Dios, Irene! ¿Te volviste loca o qué? ¿Cuál es el hombre que no anda de coqueto? manos se agitaban en el aire-. Mientras no meta a nadie en tu casa y sigas siendo la señora Castro, ¿qué más quieres?
La vehemencia de su reacción dejó a Irene paralizada. Sus ojos se clavaron en su madre, mientras un pensamiento amargo cruzaba su mente: “¿En qué momento ser fiel se volvió algo opcional?”
-¡Ni siquiera te das cuenta de la situación! -Yolanda continuó, su voz elevándose con cada palabra. Casarte con Romeo fue como sacarnos la lotería, una oportunidad en un millón. ¿Y así la desperdicias? Si tu padre se entera… ¡te mata!
La rabia de Yolanda llenaba la pequeña cocina. Sus ojos ardían como si Irene hubiera cometido el peor de los pecados.
Irene bajó la mirada hacia su taza, soplando suavemente la bebida de panela y jengibre.
-¡Pues que me mate!
El vapor ascendía, nublando su visión y mezclándose con las lágrimas que amenazaban con derramarse.
Yolanda volvió a sentarse, su mente trabajando a toda velocidad.
-Ya de nada sirve matarte–se inclinó hacia adelante-. Cuando pediste el divorcio, ¿Romeo no trató de detenerte?
Irene dudó, sus dedos jugueteando con el borde de la taza.
-No.
Yolanda abrió la boca, pero al ver los ojos enrojecidos de su hija, guardó silencio. “Romeo es un hombre excepcional“, pensó. “Irene debe estar sufriendo, seguramente lo extraña. Solo necesitan un pretexto para reconciliarse.”
-Ya, mejor tomemos la bebida y vamos a descansar temprano.
-Ajá–Irene no notó la preocupación calculadora en los ojos de su madre. Solo quería terminar esa conversación que le revolvía el estómago.
Ya no soportaba escuchar la retorcida moral de Yolanda.
Después de preparar la habitación de huéspedes, cada una se retiró a su cuarto. El altercado
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Capítulo 204
les había quitado el hambre; la infusión sería su única cena.
Apenas cerró su puerta, Yolanda marcó el número de César. Le explicó apresuradamente la razón del divorcio y la situación actual de Irene.
-¡Es una estupidez! -César explotó, tal como ella esperaba.
-No te enojes, amor -Yolanda bajó la voz-. Tengo un plan para reconciliarlos, pero necesito tu ayuda. ¿Podrías conseguirme el horario de Romeo?
Sin confirmar si Irene estaba embarazada, Yolanda prefería buscar una reconciliación antes de preocuparse por la división de bienes.
César movió sus influencias y consiguió la agenda de Romeo.
Al día siguiente, la familia Castro tenía programados sus exámenes médicos anuales.
Para alegría de Yolanda, Irene amaneció con fiebre. Ni siquiera necesitó inventar excusas para llevarla al hospital.
Irene venía sintiéndose mal últimamente, así que accedió a hacerse un chequeo completo. Sin embargo, debido al resfriado, el médico sugirió que primero recibiera suero para hidratarse. Los exámenes tendrían que esperar hasta que mejorara.
-Irene, voy a traerte algo de desayunar -Yolanda aprovechó que su hija estaba conectada al suero para escabullirse al área de exámenes médicos.
La familia Castro tenía médicos privados, así que no hacían fila. Romeo, presionado por el trabajo, había terminado su chequeo y se dirigía a la oficina.
Al salir del departamento de exámenes, se encontró con Yolanda, quien lo esperaba con una sonrisa ansiosa. Su ceño se frunció instintivamente.
Los ojos de Yolanda brillaron al verlo. Se acercó con pasos apresurados.
-¡Romeo! Qué casualidad encontrarte aquí. ¿Viniste a tu chequeo? Yo acompaño a Irene, está recibiendo suero.
El rostro de Romeo se tensó imperceptiblemente al escuchar que Irene estaba enferma. Mantuvo su postura erguida y, por cortesía, inclinó levemente la cabeza.
-Mamá.
-¡Ay, hijo! -Yolanda respondió efusivamente.
Al ver que Romeo no continuaba la conversación, se apresuró a añadir:
-Mira, sé que han estado distanciados últimamente. Irene está muy arrepentida, te extraña muchísimo. Desde que te dejó anda tan triste que hasta se enfermó. Me parte el alma verla así -su voz se volvió suplicante-. ¿Por qué no vas a verla? ¿Sí?
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