Capítulo 177
Las burlas de Romeo ya no la lastimaban como antes. Irene había aprendido a construir un muro alrededor de su corazón; ahora solo le importaba conseguir el dinero que necesitaba. Sus dedos se tensaron alrededor de los cubiertos mientras reunía el valor para insistir.
-Entonces necesito que me des el dinero para los gastos.
La expresión de Romeo se volvió distante, como si estuviera contemplando algo más allá de ella. El sarcasmo abandonó su rostro, pero tampoco mostró disposición a ceder.
-Mañana en la tarde me acompañas a un lugar y ahí te hago la transferencia.
El mensaje implícito era claro como el cristal: sin sumisión, no habría dinero. Irene sintió un escalofrío recorrer su espalda. La propuesta la tomó por sorpresa; era inusual que Romeo quisiera ser visto en público con ella.
-¿Estás seguro de que quieres que salgamos juntos?
La palabra “salir” flotó entre ellos, cargada de significado. No se refería a la Villa Castro ni a espacios privados, sino a lugares donde podrían ser vistos. ¿Acaso no le preocupaban las habladurías?
Romeo clavó sus ojos oscuros en ella, su mirada penetrante e intimidante.
-¿Qué pasa? ¿No quieres?
-No es eso -Irene enderezó la espalda, su voz adquiriendo un filo de advertencia-. Pero si después hay chismes y la señora Núñez se molesta, ni te quejes.
La posesividad de Inés sobre Romeo superaba incluso a la que alguna vez ella misma sintió como esposa. Romeo frunció el ceño, claramente irritado por la mención de Inés. No entendía, o fingía no entender, la conexión que Irene intentaba señalar.
-Ella es más generosa que tú, no se molestaría por estas tonterías.
Las palabras golpearon a Irene como una bofetada. El hambre se esfumó de su estómago como si nunca hubiera existido. Observó a Romeo por unos segundos, sus ojos claros estudiando cada detalle de su rostro impasible. Con movimientos deliberadamente pausados, dejó los cubiertos sobre la mesa y se levantó.
-Ya terminé. Tú sigue, yo limpio después.
Se dirigió a la sala, donde recogió su laptop y la mesita auxiliar. Se acomodó en el sofá y le envió un mensaje a Lisa solicitando el día libre. A sus espaldas, escuchó a Romeo terminar de comer y subir las escaleras hacia su estudio. En dos años de matrimonio, pocas veces lo había visto trabajar hasta tan tarde.
Ya en la tranquilidad de su habitación, el teléfono vibró con una videollamada de Natalia. Irene se metió bajo las cobijas antes de contestar.
-¡lrene! ¡Creo que vamos a tener que dejar de ser amigas!
17:33
Capitulo 177
El rostro de Natalia apareció en la pantalla con una expresión exageradamente dramática. Irene no pudo evitar que una sonrisa suavizara sus facciones tensas.
-¿Y ahora qué hice?
-Esta vez no fuiste tú -Natalia se movió inquieta en su propia cama-. La cosa está entre mi hermano y tu marido.
-¿David y Romeo? -Irene frunció el ceño, confundida-. ¿Qué pasó?
-Mi hermano la regó hace unos días. No sé qué hizo exactamente, pero los accionistas fueron a quejarse con mi papá. Parece que patrocinó un concurso sin consultarlo con nadie. Para calmar las aguas con los accionistas, decidió meterse al sector inmobiliario… justo donde
están los Castro.
Un silencio pesado se instaló entre ellas. Hasta ahora, las familias Aranda y Castro habían mantenido una distancia prudente. Los accionistas del Grupo Aranda llevaban tiempo queriendo entrar al sector inmobiliario, pero el dominio de los Castro en ese mercado los había mantenido a raya. Ahora, aprovechando el patrocinio unilateral de David al concurso Design Space, los accionistas lo estaban presionando para usar esa entrada como moneda de negociación.
Irene sintió un escalofrío involuntario y se tocó la esquina del ojo, un gesto nervioso que había desarrollado últimamente.
-El mundo de los negocios siempre ha sido una guerra. Que se peleen entre ellos el mercado, ¿qué tiene que ver con nosotras?
-¡Piénsalo bien! -Natalia soltó un dramático suspiro-. Si se vuelven enemigos mortales, hasta ir de compras juntas sería un escándalo. Me imagino los encabezados: “¡La hermana de Aranda y la esposa de Castro fingiendo una amistad en medio de la guerra empresarial!”
La imagen era tan absurda que Irene no pudo contener una carcajada. Podía visualizar perfectamente a los paparazzi acechando detrás de cada vitrina, esperando captar el momento.
-La gente solo sabe que eres la hermana de David. Nadie sabe que soy la esposa de Romeo, así que no te preocupes.
-Por ahora solo están considerándolo -continuó Natalia-. Aunque para cuando se metan de lleno al negocio… quién sabe, tal vez ya hayas hecho público que estás casada con ese patán de Romeo.
