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Capitulo 162
Capítulo 162
La sonrisa amable de David vaciló por un instante.
-¿Cómo que no quedaste?
Irene mantuvo la mirada fija en los planos frente a ella, como si pudiera encontrar en ellos una explicación menos dolorosa. -Mi trabajo no dio el ancho. Ni siquiera pasó la primera ronda.
Las palabras salieron mecánicas, ensayadas. No mencionó los detalles que ardían en su garganta, esos que revelaban la verdadera naturaleza de su eliminación. Sus labios se curvaron en una sonrisa que no llegó a sus ojos.
-De cualquier forma, no me hacía muchas ilusiones.
David captó de inmediato la falsedad en su tono. Con un movimiento suave pero firme, tomó su muñeca y la guio entre la multitud hacia un rincón más tranquilo de la sala.
-Mira, está bien si no tenías esperanzas, pero la justicia y la equidad en una competencia son derechos básicos. No tienes que contarme qué pasó realmente, pero rendirte así… eso no está bien.
No rendirme?”
El labio inferior de Irene tembló ligeramente bajo sus dientes. Sus ojos encontraron de pronto un interés fascinante en el suelo pulido. La vergüenza de su propia cobardía pesaba tanto como su deseo de no mostrar vulnerabilidad ante David.
-La justicia y la equidad son lujos que no todos podemos darnos el gusto de buscar.
La confusión nubló el rostro de David.
-Pero tienes a Romeo respaldándote, ¿cómo es que…?
Su voz se apagó a media frase. Una sombra de comprensión cruzó por sus ojos, transformando la confusión en algo más cercano al dolor.
El rubor trepó por las mejillas de Irene al sentirse expuesta. Sabía que David había conectado los puntos, había visto a través de su fachada.
Perdón, me estoy metiendo en lo que no me importa.
El sol de la mañana se derramaba sobre el cabello de Irene mientras ella mantenía la cabeza gacha. A pesar de la calidez de la luz, una tristeza palpable emanaba de su figura. David levantó la mano, con la intención de acariciar su cabello en un gesto de consuelo, pero se contuvo. En su lugar, con delicadeza, acomodó un mechón suelto detrás de su oreja.
La presencia de David tenía un efecto casi mágico en su estado de ánimo. Irene alzó el rostro, esbozando una sonrisa más genuina esta vez.
-No necesitas indagar tanto. Hay cosas que son evidentes para todos. Quizá mi único papel es ser la feliz señora Castro.
Las palabras escondían una dignidad herida. No mencionó cómo Romeo la había entregado a Inés como quien ofrece un sacrificio para “mantener la paz“.
David la miró fijamente.
-¿Y eso es lo que quieres? ¿Ser solo la señora Castro?
La pregunta se atoró en su garganta como vidrio molido. Negó con la cabeza, su sonrisa ahora teñida de amarga resignación.
-No es como que tenga muchas opciones.
Una noche había sido suficiente para ajustar sus expectativas. Los gastos médicos de Daniel pesaban más que sus sueños profesionales. Este trabajo, esta competencia… podía dejarlos ir. La enfermedad de Daniel mejoraría eventualmente. Y ella… ella encontraría su libertad. Era solo cuestión de tiempo.
David cambió el rumbo de la conversación, su mirada vagando por la multitud que llenaba la sala.
-Bueno, al menos podemos seguir viendo la exposición, ¿Continuamos?
SAX
18:15
Capitulo 162
La respuesta salió sin vacilación. El concurso estaba perdido, pero su trabajo continuaba. Necesitaba seguir aprendiendo. Incluso si perdiera también su empleo, no abandonaría el diseño. Siempre podría empezar de nuevo.
Entonces, sigamos.
David la guio de vuelta hacia la multitud. Irene se esforzó por apartar sus pensamientos dispersos y concentrarse en aprender.
El zumbido de su celular rompió su concentración. Era un mensaje de Gabriel con la ubicación de un restaurante.
“Señora, a las seis de la tarde.”
Confundida, respondió con un signo de interrogación.
La explicación de Gabriel llegó casi de inmediato: “Como está preocupada por lo de Daniel, el presidente Castro canceló su cena de trabajo para llevarla a cenar. ¡Quiere animarla!”
El restaurante era Puerto del Oeste, famoso por su cocina internacional. Y la excusa para animarla sonaba completamente seria.
Irene conocía cada palabra en ese mensaje de WhatsApp por separado. Las había visto y usado cientos de veces. Pero juntas, en ese orden específico, formaban un mensaje que su cerebro se negaba a procesar. Era como intentar leer un idioma familiar escrito al revés.
Capitulo 163