Capítulo 142
Con la confianza que le daba ser una conocedora de la gastronomía local, Natalia tomó la iniciativa de ordenar para todos. El aroma a carne asada y especias flotaba en el aire del salón privado, avivando el apetito.
Irene aprovechó ese momento para volverse hacia David. Sus dedos jugaban nerviosamente con un mechón de cabello mientras buscaba las palabras.
-Ya me inscribí al concurso de Design Space.
La sonrisa de David se ensanchó gradualmente, como si hubiera estado esperando esa noticia. -Me lo imaginaba.
Irene se recogió el cabello en una coleta alta, sus movimientos revelando cierta inquietud.
-La próxima semana son las preliminares. Hay que subir el diseño en línea.
David se inclinó ligeramente hacia adelante, su postura reflejando un interés genuino.
-Para ser exactos, quedan seis días. El séptimo, a las ocho en punto, abre la plataforma. ¿Necesitas una mano con algo?
La inseguridad se filtró en la voz de Irene.
-Si tienes chance, me vendría bien discutir la paleta de colores.
El trabajo diario consumía la mayor parte de su tiempo, y aunque se mantenía al tanto de las tendencias principales de los últimos dos años, sabía que eran los detalles más sutiles los un buen diseño y uno excepcional. La teoría del color, con
que marcaban la diferencia entre s
sus infinitas variaciones y matices, podía ser el elemento decisivo.
David se acomodó en su asiento, considerando las opciones.
-Puedo prepararte la última paleta en casa. Si quieres, pásate por mi oficina durante tu hora de comida, o… cuando salgas del trabajo, mándame mensaje y vemos.
El acceso privilegiado de David al Estudio Pixel & Pulso le permitía mantenerse actualizado con las últimas tendencias cromáticas, una ventaja que podría beneficiar enormemente a Irene.
El recuerdo de lo ocupado que estaba David últimamente hizo que Irene se mordiera el labio inferior, arrepentida de haber sido tan directa con su petición.
-¿A qué hora sales normalmente del trabajo?
David se tomó un momento antes de responder, sus dedos tamborileando suavemente sobre la
mesa.
-Mejor escríbeme cuando tengas dudas. Si ando libre te contesto de volada, y si no, me tardo un poco más, ¿cómo ves?
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Capítulo 142
El alivio suavizó las facciones de Irene.
-Va, me avisas cuando puedas. De todos modos todavía hay tiempo, no hay prisa.
Natalia, que acababa de terminar de ordenar, se giró hacia ellos con una sonrisa pícara.
-¿Qué es lo que no tiene prisa? ¿El divorcio?
Una sonrisa tenue se dibujó en los labios de Irene.
David miró a su hermana con afecto.
-Lo que no tiene prisa es comer. ¿Ya pediste todos tus antojos?
Natalia asintió con un movimiento rápido de cabeza.
-Obvio, si tú pagas, ¿por qué me voy a limitar?
David arqueó las cejas con sorpresa.
-¿No que tú ibas a pagar?
-¿Cómo crees que voy a dejar que dos mujeres paguemos teniendo un hombre en la mesa? -Natalia irguió la cabeza con fingida indignación-. Con razón sigues soltero.
La risa de Irene brotó espontánea ante el comentario fuera de lugar.
-Ya, ya, en serio, yo invito.
-Mi hermano va a quedarse para vestir santos -Natalia puso los ojos en blanco-. Mira que dejar que las mujeres paguen.
David soltó una risa resignada y se masajeó la frente, prefiriendo no alimentar las bromas de
su hermana.
La comida llegó poco después, y entre bocados intercambiaron comentarios sobre la película que acababan de ver. El ambiente era ligero, cómodo, como si los problemas que los esperaban fuera de ese salón privado se hubieran desvanecido temporalmente.
Dos horas después, cuando la reunión llegaba a su fin, David los llevó de regreso al estacionamiento del cine.
Irene descendió del auto y se dirigió hacia su Maybach. El sonido de sus tacones resonaba contra el asfalto.
Natalia bajó la ventanilla a la mitad, sus ojos brillando con admiración.
-¡Mírala nada más! Con ese carrazo que le dio su marido y esa belleza natural, ¿quién no diría que lo tiene todo?
Con un suspiro, subió la ventanilla por completo antes de agregar en voz más baja.
-Lástima que Romeo sea un desgraciado infiel.
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Capítulo 142
-Te he dicho mil veces que no menciones a Romeo cuando ella anda cerca. -David siguió con la mirada el Maybach de Irene hasta que se perdió de vista, antes de poner el auto en marcha.
-Lo dije después de subir la ventana -Natalia le sacó la lengua como una niña pequeña-. Ni modo que nos haya escuchado.
Lo que ninguno de los dos notó fue que Inés, parada junto al auto de David, había alcanzado a escuchar la primera parte de la conversación. Su mente comenzó a trabajar frenéticamente.
“¿No que se iban a divorciar? Y todavía le compra un coche más caro… Y ella tan creída, presumiendo por todos lados.”
La sensación de que Irene la había superado se le clavó como una espina.
Sus puños se cerraron con fuerza mientras la rabia le subía por el pecho.
“¡No te vas a sentir muy importante por mucho tiempo!”
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