Al Mal esposo 14

Al Mal esposo 14

Capítulo 14 

El aroma de Romeo flotaba en el aire como un fantasma, envolviendo a Irene en una nube de recuerdos que no había pedido evocar. Su perfume caro se mezclaba con ese olor particular de su piel que tan bien conocía, ese que solía respirar cuando él la rodeaba con sus brazos en momentos más íntimos

Un escalofrío le recorrió la espalda. Aquí, en su territorio, hasta el aire parecía llevar su esencia. Recordó esas noches cuando sus manos grandes y cálidas se posaban en su cintura, cuando todo su campo de visión se llenaba con el dorado de su piel. Eran los únicos momentos en que Romeo se volvía real, tangible, presente

La oficina vacía le devolvió el eco de sus pasos. Ni rastro de Romeo

El vacío en su pecho se expandió como una mancha de tinta negra. ¿Estaría realmente ocupado o simplemente la estaba evitando? Aunque había venido decidida a no buscarlo, su ausencia le pesaba como una losa

Respiró hondo, intentando que el aire frío de la oficina despejara su mente. Con pasos que intentaban ser firmes, se acercó al escritorio y depositó el termo y los documentos. Fue entonces cuando lo vio: un saco de Romeo descansando descuidadamente sobre el respaldo de su silla

La prenda estaba arrugada y desprendía un ligero aroma a tabaco. Algo no cuadraba. Romeo era obsesivo con su imagen incluso en sus días más atareados, mandaba a Gabriel a buscar ropa limpia a casa. Ella misma se encargaba de que cada prenda estuviera impecable, lista para cualquier emergencia

Sus manos actuaron por cuenta propia, alcanzando el saco antes de que su cerebro pudiera protestar. Cuando fue consciente de lo que hacía, ya lo tenía en el brazo, lista para llevárselo

La frustración le subió por la garganta. ¿Qué estaba haciendo? Justo cuando se disponía a devolverlo a su lugar, la puerta se abrió de golpe

Inés entró como si fuera la dueña del lugar. Llevaba una blusa negra con los primeros botones estratégicamente desabrochados, exhibiendo un escote que parecía burlarse de Irene. Su falda, apenas rozando las rodillas, dejaba ver unas piernas envueltas en medias negras que gritaban sensualidad por cada poro. Todo en ella exudaba el aire de una ejecutiva seductora, el tipo de mujer que hace voltear cabezas en cualquier junta directiva

Sus tacones resonaron contra el piso mientras se acercaba con pasos felinos

-¿Quién te dio permiso de entrar aquí

Sin esperar respuesta, le arrebató el saco de las manos. Sus ojos se posaron en el termo y los documentos sobre el escritorio

-¿Eres de la servidumbre de los Castro

A pesar de los tacones de infarto que Inés llevaba, Irene apenas la sobrepasaba en altura. Sus 

Capítulo 14 

manos, ahora vacías, se cerraron en puños

-No lo soy

Inés la barrió con la mirada, como quien examina una mancha molesta en el piso

-Me da igual quién seas. No puedes entrar así nada más a la oficina de Romeo ni andar tocando sus cosas

Sin más, giró sobre sus talones y se dirigió al cuarto de descanso. La puerta abierta revelaba un espectáculo que le revolvió el estómago a Irene: una cama deshecha, y esparcidas por el suelo, prendas que conocía demasiado bien la camisa blanca de Romeo, sus pantalones negros, hasta unos calzoncillos azul marino que ella misma había comprado

Inés recogió la ropa con movimientos calculados, llevándola al baño antes de comenzar a tender la cama. De entre las sábanas revueltas emergieron un par de medias negras y un sostén de manchas de tigre, como evidencia obscena de lo que había sucedido allí

El aire abandonó los pulmones de Irene. La sangre huyó de su rostro mientras las piezas encajaban en su mente. ¿Dónde estaba Romeo tan ocupado? ¡Claro! Ocupado revolcándose con Inés en ese mismo cuarto

-¿Todavía sigues aquí

Inés había lanzado su ropa interior al baño y ahora la enfrentaba con una sonrisa sarcástica

Los dedos de Irene temblaban cuando señaló los documentos

-Estotengo que entregárselo personalmente a Romeo

La mirada de Inés se volvió afilada como una navaja. Esta no era la misma mujer tímida que Irene había visto en el restaurante. Esta Inés se movía por la oficina de Romeo como si fuera su territorio conquistado, relegando a la verdadera señora Castro a la categoría de intrusa

Irene dio un paso al frente, la determinación ardiendo en sus venas

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