Capítulo 126
El talento no se olvida, aunque el tiempo intente enterrarlo. David lo sabía mientras observabal a Irene, quien ahora brillaba con una determinación que había estado dormida durante años. Esta competencia podría ser más que un simple concurso: era la oportunidad perfecta para sacudirse el polvo que dos años de matrimonio habían acumulado sobre sus sueños. Y, más importante aún, era una posibilidad de obtener los recursos necesarios para forjar su propio camino.
Irene permaneció en silencio, jugando distraídamente con los cubiertos. Sus labios se curvaron en una sonrisa tenue, casi imperceptible.
-Lo voy a pensar -murmuró finalmente.
En el fondo, sabía que era una oportunidad única, pero años de experiencia le habían enseñado a desconfiar de la suerte. A pesar de haber nacido en una familia privilegiada, el destino parecía haberse empeñado en ponerle obstáculos. La negligencia de sus padres, la opresión constante… todo eso le había dejado cicatrices de inseguridad que le susurraban que no tenía ni el talento ni la suerte para destacar en una competencia así.
Sin embargo, la genuina preocupación en los ojos de David le impedía rechazar su sugerencia de manera directa.
Natalia apartó su plato vacío, reclinándose en la silla con curiosidad.
-Oye, hermano, ¿cómo le haces para estar al tanto de todo lo que pasa en el mundo del diseño? ¿No se supone que andas hasta el cuello con los negocios de la familia?
David ajustó sus lentes negros con un gesto automático mientras servía un abulón al vapor en el plato de su hermana. El vapor ascendía en delicadas espirales entre ellos.
-Ando ocupado, sí, pero me encontré esta noticia por casualidad.
Irene observaba a David de reojo, preguntándose cómo lograba equilibrar la administración del imperio Aranda con su trabajo en Estudio Píxel & Pulso. El pequeño secreto que había
descubierto sobre él le pesaba en la conciencia, haciendo que le costara sostener la mirada de
Natalia.
་
-Papá se llevó a mamá de viaje y te dejó todo el trabajo. Yo también me salí del restaurante… ¿no te está pesando demasiado? -Natalia seguía indagando sobre asuntos familiares mientras David respondía con evasivas.
El sonido del celular de Irene cortó la conversación como un cuchillo. Su corazón dio un vuelco al ver la notificación de WhatsApp de Romeo. Era extraño que él la contactara, y dos veces en un mismo día resultaba inquietante.
Sus dedos temblaron ligeramente al abrir el mensaje. La imagen que apareció en la pantalla la dejó helada: ella y David, capturados en un momento que parecía más íntimo de lo que realmente era. Debajo, las palabras de Romeo brillaban como una amenaza:
16:34
Capítulo 126
[Señora Castro, piensa bien cómo lo vas a explicar.]
No había ninguna exigencia de que volviera a casa. No la necesitaba. La amenaza implícita era suficiente.
El corazón le martilleaba en el pecho con tanta fuerza que temía que los demás pudieran escucharlo. Dejó el celular sobre la mesa como si quemara y tomó los cubiertos, pero la comida había perdido todo su sabor.
-¿Todo bien? -David le acercó un plato con más comida, su voz teñida de preocupación.
Irene parpadeó rápidamente, evitando su mirada.
-Solo… pensaba en el concurso -mintió, odiándose por lo tembloroso de su voz.
Continuó comiendo con la cabeza gacha, moviendo la comida de un lado a otro del plato sin realmente probarla. David consultó su propio celular y, cortando el monólogo interminable de Natalia, anunció:
-Ya se hizo tarde. Deberíamos terminar de cenar y volver a casa.
-Va -asintió Natalia de inmediato.
Media hora después, habían terminado de cenar. Irene recogió algunas prendas y una pequeña maleta, su mente aún dando vueltas sobre cómo enfrentaría a Romeo.
Natalia abrió la puerta del auto con un gesto invitador.
-Ándale, Irene, te llevamos.
-No hace falta, ya pedí un Uber -Irene se mantuvo firme junto a su maleta. La mentira sobre trabajar hasta tarde en Colinas Verdes le pesaba demasiado como para aceptar que David la llevara a casa.
Natalia intentó insistir, pero David la empujó suavemente hacia el interior del auto.
-Cuídate entonces. Avísanos cuando llegues, ¿sale?
Irene comenzó a caminar hacia la salida, arrastrando su maleta como si fuera el peso de su
conciencia.
-Claro, ustedes también.
Natalia golpeó el cristal con frustración, pero David ya había cerrado los seguros, ignorando sus protestas.
El Uber que Irene había solicitado antes de empacar ya la esperaba en la entrada del complejo. Una hora después, llegaba a su destino.
La villa se alzaba majestuosa en la ladera de la montaña, con un telón de fondo de bosques dispersos y picos distantes. Lo que debería haber sido un rincón oscuro de la montaña resplandecía ahora con las luces de la casa, iluminando la mitad de la ladera como un faro solitario y amenazante en la noche.
2/2
16:34