Al Mal esposo 12

Al Mal esposo 12

Capítulo 12 

La mañana del sábado envolvía la habitación en una suave penumbra cuando el estridente sonido del celular arrancó a Irene de sus sueños. Con los ojos aún pesados por el sueño y el corazón acelerado por el sobresalto, tanteó la mesita de noche hasta dar con el aparato

-¿Bueno? -murmuró con voz ronca, sin molestarse en mirar la pantalla

Los dedos de Irene se tensaron alrededor del celular al reconocer la voz cálida y paternal de Ismael Castro al otro lado de la línea

-Irene, estoy afuera de tu casa. Te traje un caldito que preparé para ti y Romeo. ¿Puedes bajar por él

La culpa se instaló en su pecho como una piedra pesada. Se incorporó de golpe en la cama, mientras su mente intentaba procesar la situación. Los sábados siempre habían sido sagrados para la familia Castro, el día del banquete familiar en la villa. Y ahora estaba ahí su suegro, el hombre que la había tratado como a una hija, parado frente a una casa vacía

Sus dedos juguetearon nerviosamente con un mechón de cabello revuelto

-Papá, ¿por qué se molestó en venir hasta acá? Podíamos haber ido en la noche como 

siempre

Ismael soltó una risa suave antes de responder

-Esta noche tu madre y yo tenemos una recepción, y como tu abuela tampoco va a estar, pensé en traerles el caldo. Lo preparé yo mismo

El nudo en la garganta de Irene se apretó aún más. Ismael era todo lo que Romeo no: dulce, atento, siempre pendiente de los pequeños detalles. Mientras se levantaba para buscar algo que ponerse, sus manos temblaban ligeramente al abrir el armario

-¿Qué le parece si deja el caldo en la puerta? Es quesalí temprano -mintió, odiándose por cada palabra

El contraste entre padre e hijo no podía ser más marcado. Mientras Ismael era el corazón de la familia Castro, siempre cocinando con amor para los banquetes sabatinos, Begoña, la madre de Romeo, era como un témpano de hielo, con una sonrisa tan rara como las flores en el desierto

-Claro, mi niña. También hay unos papeles que necesito que lleves a Alquimia Visual. Y por favor, recuérdale a Romeo que no todo en la vida es trabajo. Tiene que cuidar su salud, Y gracias por estar siempre al pendiente de él… 

Las palabras de Ismael eran como dagas en su corazón. La sola mención de Alquimia Visual hizo que su estómago se revolviera, trayendo de golpe la imagen de Romeo e Inés juntos. El 

levantaría pensamiento de tener que verlos de nuevo le provocaba náuseas, pero negarse sospechas. No podía permitir que los Castro descubrieran la verdad, al menos no así

-¿Irene? ¿Sigues ahí? -la voz preocupada de Ismael la sacó de sus pensamientos

Capítulo 12 

Parpadeó rápidamente, tratando de contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse

-Sí, papá. No se preocupe, yo llevaré todo a la oficina

Un silencio pesado se instaló en la línea antes de que Ismael hablara de nuevo

-¿A dónde fuiste tan temprano? ¿Está todo bien? Me extraña que Romeo no te haya acompañado

El corazón le dio un vuelco. Sus dedos se cerraron con más fuerza alrededor del teléfono

-Youn amigo necesitaba ayuda. Romeo estaba ocupado y no quise molestarlo

-Tu coche está en la casa -observó Ismael, su voz teñida de una preocupación que hizo que 

Irene se estremeciera

-Un amigo pasó por -respondió demasiado rápido, maldiciendo internamente su torpeza

El silencio que siguió pareció eterno

-Está bien, no te pongas nerviosa. Solo quería saber si hay algo de lo que necesites hablar

-No, todo está bien -mintió una vez más, antes de colgar

Se vistió y arregló a toda prisa, corriendo después hacia la casa que compartía con Romeo. Recogió el termo y los documentos que Ismael había dejado en la puerta, y se dirigió al taxi que la esperaba en la entrada de la villa

El conductor la observó por el retrovisor mientras acomodaba el termo y los papeles

-¿Usted trabaja de mucama aquí, señorita

Una sonrisa amarga se dibujó en sus labios

-Algo así -respondió, su mirada fija en su coche estacionado, ahora cubierto por una fina capa de polvo después de solo unos días. Si las cosas seguían así, pronto sería solo chatarra que Romeo preferiría tirar antes que dejársela. Quizás una mucama tendría más dignidad que 

ella en estos momentos

El taxi se detuvo frente al imponente edificio de Alquimia Visual. Irene respiró hondo, reuniendo el valor para enfrentar lo que le esperaba adentro

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