Al Mal esposo 119

Al Mal esposo 119

Capítulo 119 

Romeo tomó la mano de Irene con suavidad estudiada. Sus dedos se deslizaron por el dorso de su piel como si estuviera tocando pétalos de rosa, un gesto que antes la hacía estremecer pero que ahora le provocaba un vacío en el estómago

La tensión se acumulaba en su garganta mientras reunía el valor para hablar. Sus ojos evitaban encontrarse directamente con los de él

-Necesito pedirte algo -sus dedos juguetearon nerviosamente con el borde de su blusa-. Me gustaría comprar otro coche. Ir al trabajo se ha vuelto muy complicado

Las pupilas de Romeo se contrajeron. La suavidad inicial en su mirada se transformó en algo más afilado, más calculador. La observó como quien estudia un rompecabezas, intentando descifrar las piezas que no encajaban

Esta es la Irene de siempre, pensó él, y sin embargoNunca se había atrevido a pedirle algo directamente. El coche anterior, el que ahora yacía destrozado, había sido iniciativa suya. Se lo había comprado porque le irritaba que ella siempre le pidiera prestado el suyo

Su mandíbula se tensó ligeramente antes de responder

-Me parece bien -aflojó la presión en su mano-. Toma mi tarjetaSi quieres, este fin de semana podemos ir juntos a ver opciones. Lo que te guste, será tuyo

La sorpresa atravesó el rostro de Irene como un relámpago. Estaba preparada para el Romeo de siempre, el que simplemente extendería su tarjeta con indiferencia. No para esta versión que se ofrecía a acompañarla

Mordisqueó su labio inferior, pensativa

-No hace falta complicarnos -murmuró-. Con uno igual al anterior estaría bien, ya estoy acostumbrada a manejarlo

Una sonrisa calculadora se dibujó en los labios de Romeo mientras llevaba la mano de Irene hacia ellos, depositando un beso que le erizó la piel

-Si ya estás acostumbrada, entonces deberías cambiar a algo másexclusivo -sus ojos no abandonaban su rostro-. Algo más digno de la señora Castro

Los ojos de Irene, grandes y expresivos, brillaron con una mezcla de cautela y astucia

-No me parece apropiado llamar tanto la atención en el trabajo -esbozó una sonrisa 

cautelosa

-Entonces no vayas

La dureza en su tono revelaba su verdadera intención. Solo había tolerado que siguiera trabajando porque la veía deprimida por la muerte de Daniel. Ahora, con David al mando de la empresa, ese arreglo le provocaba un sabor amargo

Irene, reconociendo el peligro en sus palabras, se apresuró a desviar la conversación

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Capitulo 119 

-Está bien, entonces el fin de semana me acompañas a buscar algo digno de una Castro

Era exactamente lo que Romeo quería escuchar, pero sus ojos se oscurecieron. Con un movimiento fluido, apretó su agarre en la muñeca de Irene y la atrajo hacia , guiándola hacial la cama

La confianza emanaba de cada uno de sus gestos. Ella podía conservar su trabajo en Estudio Píxel & Pulso, por ahora. Siempre y cuando las cosas volvieran a ser como antes

Irene se hundió en el colchón, sintiendo el peso de Romeo sobre ella. Sus labios descendieron sobre los suyos con precisión milimétrica, demandantes. Hacía tiempo que no la tocaba, y no quería arruinar el momento con temas desagradables

Su cuerpo se sentía como agua entre sus manos, imposible de contener. La noche se espesaba a su alrededor mientras sus gemidos involuntarios rompían el silencio. Se mordía los labios, dividida entre la necesidad de mantener el control y la imposibilidad de resistirse 

completamente

Sus cejas se fruncían en un gesto de concentración, el cabello húmedo adhiriéndose a su cuello como una segunda piel. Los últimos días de irracionalidadhabían mantenido a Romeo a distancia, pero esta noche había llegado a su límite

Y cuando Romeo perdía el control, Irene no tenía derecho a decir que no

La mañana siguiente llegó demasiado pronto. Con el cuerpo adolorido y sin haber descansado lo suficiente, se forzó a caminar hasta la parada de autobús. Sus piernas protestaban con cada paso durante los treinta minutos de trayecto

Solo tres días más, se repetía como un mantra. Tres días hasta el fin de semana, hasta tener su propio coche otra vez. Pero serían tres días eternos

Romeo la buscaba cada noche, liberando todo su deseo contenido. El día anterior había intentado ignorarlo lo más posible al llegar a casa. Ahora, el agotamiento era tan profundo que ni siquiera quería verlo

Fue entonces cuando Romeo, satisfecho en su victoria temporal, comenzó a notar algo diferente en Irene. Una frialdad que iba más allá del cansancio físico. Una indiferencia que solo se había quebrado la noche que pidió el coche

Fuera de ese momento, cuando tomó su bolso y lo atendió como antes, había vuelto a ser la misma mujer distante que regresó a casa aquella noche

2/2 

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