Capítulo 109
-¿Qué dijo exactamente el doctor?
La pregunta de Irene flotó en el aire mientras pensaba con amargura cómo, sin importar lo que pasara, ella siempre terminaba siendo la culpable de todo. Ya ni siquiera le sorprendía; se había acostumbrado a cargar con las culpas ajenas.
Yolanda intensificó su llanto, sus hombros sacudiéndose con cada sollozo.
-El doctor dice que está gravísimo. Que en cualquier momento podría… -Su voz se quebró-. Dice que el tratamiento va a tardar mínimo medio año antes de ver alguna mejoría.
Irene se agachó junto a su madre, el aroma familiar de su perfume mezclándose con el olor antiséptico del hospital.
-¿Están seguros de que es el mejor especialista? ¿No deberíamos buscar otras opciones en el extranjero?
Yolanda se limpió las lágrimas con el dorso de la mano y miró a su hija. Por un momento, sus ojos enrojecidos se encontraron, reflejando el mismo dolor. Sin previo aviso, envolvió a Irene en un abrazo desesperado.
-Es el único contacto que tiene tu papá. Ya buscamos al mejor del país, y si ni siquiera podemos pagar a este, ¿cómo vamos a costear uno en el extranjero?
El abrazo era tan fuerte que Irene apenas podía respirar, pero no se resistió. Se dejó caer de rodillas, permitiendo que sus propias lágrimas silenciosas empaparan la blusa de su madre.
-Si algo le pasa a Dani… si algo le pasa… tu padre me va a echar la culpa de todo.
Yolanda se separó solo lo suficiente para sujetar los hombros de Irene con fuerza, sus dedos clavándose en la piel como garras desesperadas.
-¿Por qué no puedes entender cómo me siento? Por tu madre… ¿vas a ayudar a Dani o no?
Las manos de Irene, que descansaban suavemente sobre los brazos de su madre, cayeron inertes a sus costados como si de repente hubieran perdido toda su fuerza. A través de las lágrimas, observó a la mujer frente a ella, la misma que la había criado durante más de veinte años, y la encontró irreconocible. Era como mirar a una extraña.
-¡Contéstame! ¿Vas a salvar a tu hermano o no?
Sin esperar respuesta, Yolanda sacudió a Irene con violencia. El movimiento brusco finalmente
la hizo reaccionar.
-¡Lo voy a ayudar!
Yolanda se detuvo, una sonrisa de alivio comenzando a formarse en sus labios,
-Hija…
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Capitulo 109
-Pero no lo hago por ti -Irene se puso de pie, apoyándose en la banca para mantener el equilibrio. Lo hago por mí. Porque es mi hermano.
Se giró hacia la habitación donde Daniel dormía, su silueta apenas visible a través del cristal de la puerta.
-¿Cuándo va a despertar? Necesito hablar con el doctor.
Yolanda se levantó tambaleándose.
-Ven, yo te llevo con él. Sabía que no ibas a abandonar a Dani. Háblale bien al doctor, ¿sí? Tu hermano y yo confiamos en ti…
Cada palabra de Yolanda era un intento desesperado por mantener el vínculo, como si mencionar a Daniel en cada frase pudiera recordarle a Irene sus obligaciónes familiares. Como si el amor por su hermano automáticamente tuviera que traducirse en perdón hacia su madre.
Irene no tenía energía para estos juegos emocionales. Finalmente se reunió con el médico tratante, el doctor Emilio Bravo, el psiquiatra más reconocido del país.
-Doctor Bravo, ¿qué tan seguro está de que mi hermano puede recuperarse por completo?
La pregunta fue directa; necesitaba saber si valía la pena buscar ayuda en el extranjero.
Emilio dudó un momento antes de responder.
-Un cincuenta por ciento. Y siendo honesto, ni aquí ni en el extranjero podemos garantizar una recuperación total. Todo depende de las ganas de vivir del paciente.
Irene asintió lentamente, comprendiendo que las enfermedades mentales eran diferentes a las físicas; los medicamentos solo eran una parte de la ecuación, la mayor parte de la recuperación dependía del paciente mismo.
-¿Cómo sería el tratamiento?
Emilio procedió a explicarle con detalle. Primero, una hospitalización prolongada con terapia psicológica y medicación. Si mostraba mejoría, seguirían las consultas ambulatorias. Pero era imposible determinar cuánto tiempo tomaría ver resultados significativos.
Cuando Irene salió de la oficina, encontró a César y Yolanda esperando en el pasillo. Ambos se abalanzaron hacia ella.
-¿Qué te dijo el doctor?
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